REFORMAS CATOLICAS
Erasmo de Rotterdam
(Rotterdam, c. 1469 - Basilea, 1536)
Humanista neerlandés de expresión latina. Clérigo regular de san Agustín (1488)
y sacerdote (1492), pero incómodo en la vida religiosa (que veía llena de
barbarie y de ignorancia), se dedicó a las letras clásicas y, por su fama de latinista,
consiguió dejar el monasterio como secretario del obispo de Cambrai (1493).
Cursó estudios en París (1495) y, tras dos breves estancias en Países Bajos
(1496 y 1498), decidió llevar vida independiente. En tres ocasiones (1499,
1505-1506 y 1509-1514) visitó Inglaterra, donde trabó amistad con J. Colet y
con T. Moro, en cuya casa escribió su desenfadado e irónico Elogio de la locura (1511), antes de enseñar teología y
griego en Cambridge.
Erasmo de Rotterdam
En París inició, con Adagios (1500), un éxito editorial que
prosiguió en 1506 con sus traducciones latinas (Luciano y Eurípides) y que
culminó en Basilea (1515-1517 y 1521-1529) con sus versiones de Plutarco, sus
ediciones de Séneca y de san Jerónimo y su gran edición del Nuevo Testamento
(1516: con texto griego anotado y su traducción latina, muy distinta de la Vulgata), que le dio renombre
europeo.
Si sus primeros
diálogos Antibárbaros (1494) veían compatibles devoción y
cultura clásica, en elEnquiridión (1504)
defendía una audaz reforma religiosa. Fruto de las lecciones que diera para
vivir, sus manuales de conversación latina (1497) son el origen de los Coloquios familiares (1518), de gran difusión y resonancia.
Fue la crítica de L. Valla a la versión de la Vulgata lo que le decidió a dedicarse, algo
tardíamente, a las letras sagradas para reconciliar cultura clásica y teología
(se doctoró en esta ciencia en Turín en 1508).
En sus viajes, visitó
también Padua, Siena, Roma (1509) y diversas ciudades de Alemania (1514), en
cuyos círculos humanísticos fue acogido de forma triunfal. León X le dispensó
de tener que vestir el hábito para que viviese en el mundo y fue nombrado
consejero del emperador (a quien dedicó laInstitución del príncipe cristiano,
1516).
Aunque inicialmente
no le prestó gran atención, el crecimiento del problema luterano le hizo cada
vez más difícil su insistente pretensión de neutralidad: si en 1517 se había
ido a Lovaina, en 1521 hubo de salir de la ciudad y volver a Basilea, por lo
insostenible de su situación (aun distanciándose claramente de Lutero, insistía
en ser no beligerante) y para guardar su independencia. Pero en 1524 lanzó su Disquisición sobre el libre
albedrío, con una violenta respuesta de Lutero (Sobre el albedrío
esclavo, 1526) y con su correspondiente réplica (Hyperaspistes,
1526). Y, pese a su neutralidad en la pugna de Enrique VIII con el papa, su Ciceroniano (1527) refleja ya el desengaño de
quien ve sus ideales contrariados por los hechos.
Implantada la Reforma
en Basilea (1529), dejó la ciudad por la misma razón que dejara Lovaina y se
retiró a Friburgo de Brisgovia. Sobre
la buena concordia de la Iglesia (1534)
es una obra en la que no parece poner sus ilusiones, y no hizo comentarios
sobre la ejecución en Inglaterra de Fisher y de Moro (1535). El mismo año recomendó
a Paulo III un tono conciliador en el futuro concilio y, desde Basilea (adonde
había vuelto y de donde sus achaques no le dejarían salir), le rechazó el
cardenalato; de poco antes de morir es su Sobre
la pureza de la Iglesia cristiana (1536).
Para unos hereje (que
preparó el terreno a la Reforma), para otros racionalista solapado u hombre de
letras ajeno a la religiosidad (un Voltaire humanista) y para otros gran
moralista y lúcido renovador cristiano, Erasmo quiso unir humanismo clásico y
dimensión espiritual, equilibrio pacificador y fidelidad a la Iglesia; condenó
toda guerra, reclamó el conocimiento directo de la Escritura, exaltó al laicado
y rehusó la pretensión del clero y de las órdenes religiosas de ostentar el
monopolio de la virtud.
Martín Lutero
Teólogo alemán cuya
ruptura con la Iglesia católica puso en marcha la Reforma protestante
(Eisleben, Turingia, 1483-1546). Contrariando la voluntad de sus padres, Martín
Lutero se hizo monje agustino en 1505 y comenzó a estudiar Teología en la Universidad
de Wittenberg, en donde se doctoró en 1512.
Siendo ya profesor
comenzó a criticar la situación en la que se encontraba la Iglesia católica:
Lutero protestaba por la frivolidad en la que vivía gran parte del clero
(especialmente las altas jerarquías, como había podido contemplar durante una
visita a Roma en 1510) y también el que las bulas eclesiásticas -documentos que
teóricamente concedían indulgencias a los creyentes por los pecados cometidos-
fueran objeto de un tráfico puramente mercantil.
Martín Lutero
Las críticas de
Lutero reflejaban un clima bastante extendido de descontento por la degradación
de la Iglesia, expresado desde la Baja Edad Media por otros reformadores que se
pueden considerar predecesores del luteranismo, como el inglés John Wyclif
(siglo XIV) o el bohemio Jan Hus (siglo XV). Las protestas de Lutero fueron
subiendo de tono hasta que, a raíz de una campaña de venta de bulas
eclesiásticas para reparar la basílica de San Pedro, decidió hacer pública su
protesta redactando 95 tesis que clavó a la puerta del castillo de Wittenberg
(1517).
La Iglesia hizo
comparecer varias veces a Lutero para que se retractase de aquellas ideas (en
1518 y 1519); pero en cada controversia Lutero fue más allá y rechazó la
autoridad del papa, de los concilios y de los «Padres de la Iglesia»,
remitiéndose en su lugar a la Biblia y al uso de la razón.
En 1520, Lutero
completó el ciclo de su ruptura con la Iglesia, al desarrollar sus ideas en
tres grandes «escritos reformistas»: Llamamiento
a la nobleza cristiana de la nación alemana, La cautividad babilónica de la
Iglesia y Sobre la libertad cristiana. Finalmente, el papa León X le
condenó y excomulgó como hereje en una bula que Lutero quemó públicamente
(1520); y el nuevo emperador, Carlos V, le declaró
proscrito tras escuchar sus razones en la Dieta de Worms (1521). Lutero
permaneció un año escondido bajo la protección del elector Federico de Sajonia;
pero sus ideas habían hallado eco entre el pueblo alemán y también entre
algunos príncipes deseosos de afirmar su independencia frente al papa y frente
al emperador, por lo que Lutero no tardó en recibir apoyos que le convirtieron
en dirigente de un movimiento religioso conocido como la Reforma.
Desligado de la
obediencia romana, Lutero emprendió la reforma de los sectores eclesiásticos
que le siguieron y que conformaron la primera Iglesia protestante, a la cual
dotó de una base teológica. El luteranismo se basa en la doctrina (inspirada en
escritos de san Pablo y de san Agustín) de que el hombre puede salvarse sólo
por su fe y por la gracia de Dios, sin que las buenas obras sean necesarias ni
mucho menos suficientes para alcanzar la salvación del alma; en consecuencia, expedientes
como las bulas que vendía la Iglesia católica no sólo eran inmorales, sino
también inútiles.
Lutero defendió la
doctrina del «sacerdocio universal», que implicaba una relación personal
directa del individuo con Dios en la cual desaparecía el papel mediador de la
Iglesia, privando a ésta de su justificación tradicional; la interpretación de
las Sagradas Escrituras no tenía por qué ser un monopolio exclusivo del clero,
sino que cualquier creyente podía leer y examinar libremente la Biblia, para lo
cual ésta debía ser traducida a idiomas que todos los creyentes pudieran
entender (él mismo la tradujo al alemán, creando un monumento literario de gran
repercusión sobre la lengua escrita en Alemania en los siglos posteriores).
También negó otras
ideas asumidas por la Iglesia a lo largo de la Edad Media, como la existencia
del Purgatorio o la necesidad de que los clérigos permanecieran célibes; para
dar ejemplo, él mismo contrajo matrimonio con una antigua monja convertida al
luteranismo. De los sacramentos católicos Lutero sólo consideró válidos los dos
que halló reflejados en los Evangelios, es decir, el bautismo y la eucaristía,
rechazando los demás.
Al rechazar la
autoridad centralizadora de Roma, Lutero proclamó la independencia de las
Iglesias nacionales, cuya cabeza debía ser el príncipe legítimo de cada Estado;
la posibilidad de hacerse con el dominio sobre las Iglesias locales (tanto en
su vertiente patrimonial como en la de aparato propagandístico para el control
de las conciencias) atrajo a muchos príncipes alemanes y facilitó la extensión
de la Reforma. Tanto más cuanto que Lutero insistió en la obediencia al poder
civil, contribuyendo a reforzar el absolutismo monárquico y desautorizando
movimientos populares inspirados en su doctrina, como el que desencadenó la
«guerra de los campesinos» (1524-25).
La extensión del
luteranismo dio lugar a las «guerras de religión» que enfrentaron a católicos y
protestantes en Europa a lo largo de los siglos XVI y XVII, si bien las
diferencias religiosas fueron poco más que el pretexto para canalizar luchas de
poder en las que se mezclaban intereses políticos, económicos y estratégicos.
El protestantismo acabó por consolidarse como una religión cristiana separada
del catolicismo romano; pero, a su vez, también se dividió en múltiples
corrientes, al aparecer disidentes radicales en la propia Alemania (como Thomas
Münzer) y al extenderse el protestantismo a otros países europeos en donde
aparecieron reformadores locales que crearon sus propias Iglesias con doctrinas
teológicas diferenciadas (como en la Inglaterra de Enrique VIII o la Suiza de
Zuinglio y Calvino).